POR: Felipe Manchón Campillo
El centro Musicaycolor trata desde hace 10 años problemas psicológicos de todo tipo utilizando la música, el baile, el dibujo y otras expresiones artísticas como método
“Buenas tardes, Ana, ¿qué tal la semana? Siéntate, que ahora empezamos”. Son las seis y media de la tarde del miércoles, y la doctora en Psicología y musicoterapeuta Rosa María García Pérez está a punto de empezar una nueva sesión. Su despacho, situado a pie de calle en el madrileño barrio de Goya, está lleno de sus herramientas de trabajo: un piano, unas maracas, una guitarra, unos bongos. Rosa García elige estos últimos, le da uno a Ana, coge otro y se sientan la una frente a la otra. Durante 45 minutos, doctora y paciente emprenderán un viaje por los recovecos de la mente de este último, aunque con un método que lo cambia todo y un instrumento potentísimo: lo musical, que llega a lugares inesperados con una enorme rapidez.
Desde hace más de 10 años, Rosa García repite este ritual. Fue en septiembre de 2008 cuando, motivada por su amor por la música y por la percepción de que las terapias que se aplicaban contra el autismo eran excesivamente rígidas, la psicóloga decidió crear Musicaycolor, un centro especializado en musicoterapia, algo que no existía en España. Su objetivo era “abrir todos los canales”, es decir, amplificar las posibilidades de que los niños y niñas con autismo o con otro tipo de trastornos se expresen y saquen lo que tienen dentro. “Una persona con autismo necesita ser vista, escuchada, y en ese sentido, la música facilita muchas cosas”, señala la psicóloga y musicoterapeuta.
Los comienzos fueron modestos, con cinco pacientes, pero pronto empezó la expansión, y, apenas cuatro años después, ya eran 70 las familias que acudían al centro a recibir o a participar en alguna terapia. Esta expansión no solamente se vio en el número de pacientes, recuerda Rosa García, sino también en el espacio físico y en el número de profesionales que vinieron a ayudarla. Recientemente, Musicaycolor estrenó su actual sede, un local en la calle O’Donnell de Madrid en el que hay cinco salas abiertas para terapia y en el que trabajan seis profesionales de la psicología y la musicoterapia, en un equipo dirigido por la propia Rosa García.
Lo particular de esta terapia es el tipo de medios que se usan para ella. Durante sus sesiones, García utiliza elementos musicales, como la voz, la música grabada, los instrumentos, y otras expresiones artísticas, como el baile, el dibujo o la comunicación no verbal. De esta manera, se está apelando a una parte diferente del cerebro, ya que la música va por otra ruta, y se está haciendo un trabajo neurológico paralelo. “Somos seres musicales por excelencia – explica Rosa García – y hay personas que necesitan música en sus vidas. A ellos es a los que ayudamos”.
Se trata además de una terapia con una metodología abierta en la que el ritmo lo marca el paciente. Algunos, continúa la psicóloga y musicoterapeuta, se desenvuelven mejor a través de la voz o de un instrumento. Otros prefieren adentrarse a sus problemas mediante técnicas proyectivas y juegos de rol. La musicoterapia permite ajustarse a las necesidades y capacidades de cada paciente, y orientar el trabajo psicológico en ese sentido.
El resultado es, asegura García, muy positivo, pues la musicoterapia tiene el potencial de sacar cosas que no saldrían de otra manera. En muchas ocasiones, pacientes que han acudido a Musicaycolor a tratar un asunto concreto se han quedado al comprobar cómo la terapia revelaba elementos importantes sobre los que deseaban trabajar. Para que la musicoterapia tenga los efectos deseados, hay dos elementos fundamentales. Por un lado, la buena formación del terapeuta y su capacidad de crear un clima de total confianza con el paciente, y por otro, la capacidad de este último de dejar atrás la vergüenza (romper un muro emocional) para ponerse a trabajar. Si estos dos elementos convergen, se crea auténtica magia.
A pesar de que una buena parte de los pacientes que acuden a Musicaycolor tienen autismo y patologías sobre las que quieren trabajar, la musicoterapia no es exclusiva a ellos. Las terapeutas del centro tratan a un público bastante amplio, y cada vez son más los adultos que acuden a él para afrontar las dificultades que se les plantean. En todos los casos, como señala Paloma Curieses, secretaria del gabinete, la mejora es evidente y hasta cierto punto increíble. “Yo misma he hecho alguna sesión con alguna compañera – confiesa Curieses – y he notado muchísima mejora en aspectos personales. Esto es muy beneficioso para cualquier persona”.
En su década de existencia, el proyecto de Musicaycolor ha tenido mucho éxito, y la mayoría de los pacientes que empezaron en 2008 continúan en terapia en 2019. Para las personas que aún no lo hayan probado, las psicólogas del centro tienen un mensaje: que lo hagan. “Que vengan y lo prueben, simplemente. Esto no se puede observar, hay que probarlo, que vengan y nos conozcan”, pide Estefanía Carabajal, enfermera y estudiante del máster de musicoterapia con el que Musicaycolor prepara a más profesionales para aplicar la terapia con la que han mejorado la vida de muchos pacientes.
POR: Felipe Manchón Campillo